Terapia de Familia
La intervención puede centrarse en la interacción de padres e hijos (problemas de conducta, fracaso académico, consumo de sustancias…) o con otros miembros de la familia. Conforme los “abuelos” envejecen, las necesidades de atención y cuidados se incrementan. Ello repercute en un aumento de las tareas de la familia para poder satisfacerlas. La presencia de una enfermedad grave en un familiar requiere un abordaje terapéutico para aceptar la nueva situación, redefinir los roles, aprender pautas de manejo o actuación, etc..
Con todo ello, la relación de pareja también se afecta. Las dificultades familiares tienden a separar a sus miembros y la relación queda relegada a un segundo o tercer plano.
Quizá este aspecto sea más evidente ante los conflictos con los hijos. Los padres creen, erróneamente, que su relación carece de importancia. Dejan de prestarle atención y de cuidarla. Se van distanciando, toman decisiones y actúan por separado. Se desacreditan delante de los hijos y transmiten mensajes diferentes o incluso contradictorios. De esta manera sus esfuerzos resultan cada vez más ineficaces para enfrentarse y resolver las dificultades que surgen en la crianza y educación de los niños o adolescentes.
Cuando una familia se siente superada por las dificultades y contempla la posibilidad de asistir a un psicólogo, es probable que no todos sus miembros se muestren igual de dispuestos. De nuevo, es posible trabajar con la parte más interesada en seguir la terapia. El cambio en un miembro de la unidad familiar, inevitablemente, va a dar lugar a cambios en el resto.