¿Qué es la Terapia Breve?
Una manera eficaz de resolver problemas en pocas sesiones
La terapia breve es un modelo de intervención terapéutica que surgió en los años 70 del pasado siglo. Un grupo de investigadores del Mental Research Institute (MRI) de Palo Alto (California) crearon el Centro de Terapia Breve. Su objetivo era acortar la duración de las terapias, obteniendo resultados efectivos en un menor lapso de tiempo.Entre sus influencias, destaca el trabajo del hipnoterapeuta Milton Erickson, quien logró dicho objetivo mediante técnicas heterodoxas de intervención.
La denominación Terapia Breve se debe, por tanto, a la brevedad de su duración. A lo largo de 10 sesiones, terapeuta y paciente trabajan juntos para lograr alcanzar los objetivos de este último. No siempre será necesario realizarlas todas (aunque puede ser lo aconsejable) y también hay casos en que será preciso tener alguna más. Se trata de tener las menos sesiones posibles pero sí las que sean necesarias.
Cada encuentro tiene un máximo de una hora de duración. La periodicidad suele ser quincenal, ampliándose paulatinamente, conforme se van obteniendo mejorías.
La terapia breve se centra en el momento actual, en el aquí y ahora. No es necesario (y menos aún imprescindible) que el paciente logre el insight del problema ni conocer las causas subyacentes. No partimos de modelos normativos prefijados. Nuestro enfoque se basa en el constructivismo. Cada persona tiene su propia visión realidad, que puede ser tan válida como cualquier otra.
La terapia es un proceso abierto y dinámico, guiado por unos principios básicos. La intervención terapéutica se construye con cada paciente/s, en la interacción y colaboración constantes. De nada sirve que el terapeuta guíe y trate de ayudar a la persona si ésta no se implica activamente. El profesional dirige y guía la terapia haciendo equipo con el paciente/s.
Éste se convierte en un agente activo de su propio proceso terapéutico. Sabemos que posee los recursos y las capacidades necesarias para resolver su problema. Tan sólo necesita un enfoque diferente, una nueva visión que le permita poner en marcha una estrategia distinta a las ya empleadas, que no han sido eficaces.
Así, una vez definido el problema claramente, fijado el objetivo de la terapia, detectados y comprendidos los intentos de solución ineficaces (que tan sólo han contribuido a mantener e incrementar el problema), el terapeuta diseña la terapia. Conoce la idiosincrasia del paciente y ha comprendido el funcionamiento de su problema, por lo que puede elaborar una estrategia de intervención, personalizada para cada caso. Ésta será administrada paulatinamente, en forma de pequeñas tareas a poner en práctica entre sesiones, para que éste pueda ir avanzando con éxito en la resolución de su problema.
Las conversaciones mantenidas durante la sesión suponen un cambio de perspectiva en el modo en que el paciente aprecia y comprende su problema. Esto le permite ir realizando pequeños movimientos, estratégicamente pautados por el terapeuta, que conducirán a su resolución.
Finalmente, se ponen en valor las conductas que han sido útiles y eficaces para solucionar el problema. Así mismo se evidencian los recursos personales que lo han permitido, de manera que el paciente pueda afrontar una situación similar, en caso de que ocurriese.
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