¿PARA QUÉ IR AL PSICÓLOGO?
Normalmente, cuando algo nos ocurre, lo intentamos solucionar con nuestros propios medios. Si la solución funciona, perfecto, queda resuelto. Pero si no funciona... ¿Qué hacemos? Lo intentamos de nuevo, esforzándonos un poco más.
De nuevo, si se resuelve genial, pero si no... Repetimos el proceso duplicando el esfuerzo. Pensamos que no es posible que no funcione lo que estamos haciendo, así que insistimos. Hacemos más de lo mismo que no funciona. De esta manera, podemos llegar a complicar tanto la situación original que acabamos creando un problema donde no lo había.
El psicólogo ayuda a deshacer esos nudos que, muchas veces, nos creamos nosotros mismos.
Otras veces, la vida nos pone en situaciones que nos superan y que no podemos afrontar. Nos sentimos bloqueados, derrotados, sin energía y sin saber qué hacer. Un psicólogo te puede ayudar a recuperar la motivación, la ilusión y las ganas. Te enseña nuevos recursos y herramientas para lidiar con los conflictos que nos ha podido gestionar. Es un guía y un maestro en tu problema, aportando soluciones nuevas y eficaces.
Es cierto que cuesta mucho dar el paso. Puede que te plantees consultar con un psicólogo pero mientras sigues lidiando con el problema, posponiendo la decisión. Muchas veces esto solo lo complica, aunque es cierto que otras se supera. ¿Por qué nos cuesta tanto decidir ir al psicólogo? Mi colega, Alejandro Vera, responde a esta cuestión. Clica aquí para leerlo.
Son muchos los problemas que el psicólogo puede mejorar. Los más frecuentes son cuadros de ansiedad, estrés, fobias, ataques de pánico... alteraciones del estado de ánimo (episodios depresivos, duelos, traumas...), trastornos de la conducta alimentaria (atracones, vómitos, restricción alimentaria...), rumiaciones, pensamientos obsesivos, TOC; problemas de adaptación a situaciones nuevas e imprevistas, y un largo etcétera.
A veces el problema afecta a la relación de pareja: discusiones, celos, infidelidades, distanciamiento y frialdad emocional, problemas sexuales... entonces es adecuado que los dos miembros realicen la terapia de forma conjunta. Las mejoras son más rápidas. Aunque también se puede trabajar solo con una parte, si la otra no está interesada en ir con un psicólogo.
Cuando el problema afecta a los niños: rabietas, celos, desobediencia, miedos, pesadillas, enuresis... la intervención se desarrolla principalmente con los padres. Enseñándoles nuevas herramientas útiles para ayudar a sus hijos.
Con adolescentes la terapia también se suele realizar con los padres como coterapeutas. Éstos adquieren nuevos recursos para lidiar con las conductas disruptivas del adolescente, ya que éste, normalmente, se niega a acudir con un psicólogo. Y, en caso de que sí quiera, la terapia puede ser conjunta (familiar) o sólo con él/ella, según su voluntad y el tipo de problema a tratar.
Enumerar todos los tipos de problemas que son objeto de intervención sería demasiado extenso, quizá inabarcable. Cada individuo vive y siente las cosas de una manera única y personal. Lo que para alguien es un problema para otro no tiene ninguna importancia. Si no te has identificado con las dificultades que he mencionado y hay algo que te preocupa, no dudes en ponerte en contacto conmigo y te diré si puedo ayudarte.
Trackbacks y Pingbacks en este post
- TrackBack URL
Comentarios en este post