EL ESTRÉS

El primer paso es conocer al enemigo

Vivimos estresados. Hoy en día, quien más quien menos, siente que tiene estrés. Es como un mal que nos amenaza y ataca sin que nada podamos hacer para evitarlo. Lo consideramos negativo, algo que nos causa malestar y empeora nuestra calidad de vida.

Pero, ¿Qué es en realidad el estrés? ¿Realmente es tan malo como nos parece? ¿Por qué lo sentimos?

El estrés es una respuesta inmediata, intensa y automática que prepara a nuestro organismo para actuar ante una situación que requiere una demanda excepcional de recursos. Así, se produce una rápida activación fisiológica y psicológica que nos permite dar una respuesta eficaz.

Nuestro cerebro focaliza la atención en la situación y en los estímulos relevantes. Se produce un rápido procesamiento de esa información. Se valoran las opciones disponibles y se decide una actuación.

Paralelamente, nuestro cuerpo se ha preparado para emitir una respuesta. Se incrementa la frecuencia cardiaca y respiratoria, los músculos se tensan… si nuestra conducta resuelve la situación la respuesta de estrés cesará y nuestro organismo se recuperará. Si no, dicha respuesta se mantendrá activada, hasta solucionarlo o hasta que los recursos se agoten.

Entonces aparecen las patologías asociadas al estrés: alteraciones gastrointestinales, insomnio, irritabilidad, problemas musculares, cefaleas tensionales, ansiedad, depresión, etc..

Por lo tanto, la respuesta de estrés, en un primer momento es útil y adaptativa. Es muy probable que haya contribuido a la supervivencia de nuestra especie, permitiéndole sobrevivir a múltiples amenazas (depredadores, accidentes, adaptación a nuevos medios…) a lo largo de la evolución.

La respuesta de estrés se activa ante situaciones muy variadas y diferentes. Pueden ser sucesos vitales más o menos traumáticos (un accidente de tráfico, un intervención quirúrgica, un divorcio, conflictos familiares, problemas económicos…), acontecimientos cotidianos (discusión con la pareja, un atasco…) o situaciones más crónicas como un puesto laboral con alta carga de trabajo, inestabilidad o relaciones conflictivas con el jefe y/o compañeros, el cuidado de un familiar enfermo o la presencia de una enfermedad crónica.

No todas las personas emiten una respuesta de estrés ante los mismos acontecimientos. Por ejemplo: un examen puede ser muy estresante para unos y nada o muy poco para otros. ¿De qué depende, entonces? De cómo cada persona percibe la situación y valora sus propios recursos para resolverla.

En resumen, en un primer momento, la respuesta de estrés es adecuada pero cuando se activa con excesiva frecuencia o duración da lugar a problemas. En una entrada posterior os comentaré qué podemos hacer para reducir las consecuencias nocivas asociadas al estrés.

 

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