CÓMO JUGAR CON TU HIJO SEGÚN SU EDAD
A la hora de jugar con él hay que dejarle que elija y dirija el juego, centrándonos en ello.
Si queremos estimular su creatividad, será mejor no abrumarle con muchos juguetes, al final se cansará de ellos y jugará con cualquier cosa; recordar que un juguete puede tener muchos usos y que no por ser más caro es mejor, y si no, pensad en vuestra infancia. Lo realmente importante es el tiempo de juego compartido con sus padres.
Durante el primer año el niño llora para expresar sus necesidades, también será esta su manera de decir que quiere que jueguen con él. Los “juegos” del niño se basan en los movimientos que realiza con su cuerpo (manipula objetos, mueve los brazos y piernas, tira las cosas una y otra vez…), poco a poco va aprendiendo a controlarlos y comienza a manipular objetos como actividad lúdica, le encantará verse reflejado en el espejo, los juegos de aparecer y desaparecer, tirar objetos una y otra vez… está investigando su medio y las posibilidades que tiene de intervenir sobre él.
En esta etapa, los padres guían la actividad, aunque también es importante dejarle breves periodos (entre 10 y 15 minutos) jugando solo. Los juguetes irán dirigidos a estimular sus sentidos: con colores vivos, que suenen, de texturas diferentes, que pueda morder, cubos y piezas encajables, muñecos de goma en el baño…
Entre los 2 y los 3 años desarrolla la coordinación visomotora (juegos para apilar y encajar, puzles y rompecabezas, cubo y pala…), la creatividad (plastilina o arcilla, dibujar y pintar con los dedos, disfraces y marionetas…) y el juego simbólico: juega a dar de comer a sus muñecos, los pone a dormir; usa una caja como caseta o arrastra una silla como si fuera un coche.
A través del juego imita y recrea situaciones de su vida cotidiana, lo que le sirve para elaborar sus vivencias, adaptarse emocionalmente y equilibrar tensiones. Juega a las comiditas, a los médicos, papás y mamás, hace de profesora y reproduce una situación que ha sucedido en clase…
También aparecen los amigos imaginarios, no hay que alarmarse, es una etapa más que desaparece con el tiempo, con obviarlo será suficiente. Si le prestamos excesiva atención o preocupación es probable que la conducta se mantenga más tiempo del esperado.
Conforme mejoran sus habilidades motrices (es capaz de caminar) le divertirá el movimiento: andar hacia atrás, saltar a la comba, correr y jugar con el triciclo.
A esta edad puede pasar mucho tiempo jugando en su cuarto, es aconsejable acondicionarle un lugar o espacio donde poder hacerlo, que sea cómodo y seguro y donde tenga a mano sus juguetes.
Entre los 3 y los 4 años comienzan a diferenciarse los intereses lúdicos de chicos y chicas; el juego ha de ser elegido libremente por el niño y los padres tienen un papel fundamental para educar en igualdad, evitando transmitir estereotipos de género y también atendiendo a sus preferencias, si no quieren jugar con algo, hay que respetarle y no obligarle.
Se interesan por los juegos de construcción, camiones, muñecos con accesorios articulados, dominós de texturas, animales y colores, patines y bicicleta.
A partir de los 6 años el juego va perdiendo el contenido fantasioso de etapas previas; se implican en juegos de mayor actividad física e interacción con otros donde surgen riñas y peleas para ponerse de acuerdo sobre “cómo se juega”. Ante esto, se recomienda a los padres evitar la tentación de intervenir, dejando que sean los propios implicados quienes lo resuelvan.
Aparece la competición, les cuesta mucho perder y se enfadan cuando no lo consiguen, por ello es aconsejable equilibrar lo anterior con juegos cooperativos, donde todos han de colaborar y no hay ganadores ni perdedores
El desarrollo cognitivo acrecienta su interés por juegos que implican mayor destreza mental, como los de mesa, de preguntas y respuestas, diferencias y parecidos, puzles. También se implican en actividades elegidas por ellos mismos en función de sus aficiones: videoconsolas, televisión, lectura…
A partir de los 8 años comienzan a interesarse por los juegos de reglas: parchís, tres en raya… estos juegos fomentan la socialización, el respeto por los demás y el aprendizaje de la responsabilidad.
En definitiva, el juego potencia y cambia en paralelo al desarrollo evolutivo del niño; le ayuda, desde los primeros meses de vida, a conocer el mundo que le rodea; es una actividad libre y placentera, que le permite liberar tensiones, expresar sentimientos, deseos, fantasías y temores, desarrolla su imaginación, el lenguaje y la creatividad, y potencia la relación con otros aprendiendo a respetar unas reglas, a ganar y perder, a negociar, escuchar, tomar decisiones y a asumir las consecuencias.
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